¿Pueden los adolescentes desarrollar sentimientos en Internet?

Pretty young woman using mobile phone
Muchos adultos se preguntan si los sentimientos que parecen desarrollar sus hijos adolescentes relacionándose a través de internet son reales. Es decir: si los conflictos que pueden tener son relevantes, si las amistades que desarrollan son sinceras, o si pueden sus hijos enamorarse a través de internet ¿?

Pero esta pregunta, que así formulada es motivo de debate en distintos entornos, está mal planteada y dificulta la comprensión sobre lo que realmente sucede. Es más, si la formuláramos correctamente, la cuestión se resolvería casi por sí sola.

La pregunta que debiera plantearse es tan sencilla y directa como la siguiente: ¿dos personas pueden llegar a desarrollar sentimientos la una hacia la otra? Sentimientos de afecto, amor, rechazo u odio, por ejemplo. Evidentemente SÍ. Pues ya tenemos la respuesta.

Internet, los cables, las ondas, el teclado, no son más que medios implicados en la transmisión de las palabras o imágenes. Como sucede con las cartas que durante siglos se han intercambiado familiares, amigos y enamorados de todos los tiempos. ¿Acaso la celulosa de las cartas es un transmisor de amor? Nadie se ha planteado esto nunca. Sencillamente el papel es sólo un medio que utilizamos para intercambiar palabras, en el caso que nos ocupa.

Los sentimientos se producen dentro de las personas. Lo que nosotros sentimos no existe fuera de nosotros, y no se puede propagar por el aire, las ondas o los cables. Así mismo, tenemos capacidad para generar sentimientos y emociones en otras personas, que los desarrollarán también dentro de ellas mismas.

Dando un paso más, hemos de señalar que para desarrollar sentimientos y emociones, ni tan siquiera es necesario que las palabras que leemos vayan específicamente dirigidas hacia nosotros. ¿Alguna vez ha leído una novela? Como la respuesta será SÍ, las siguientes preguntas son muy evidentes: ¿ha sentido algo en alguna ocasión leyendo un libro? ¿Puede la lectura de unas páginas hacernos sentir miedo? ¿Terror? ¿Lástima? ¿Odio? ¿Indignación? ¿Angustia? ¿Alegría? El simple hecho de leer lo que otros han escrito, aunque no nos implique a nosotros, aunque no les conozcamos de nada, ya puede llegar a hacernos SENTIR. Y en ocasiones lo hace con una intensidad que nos sorprende. ¿Nunca ha llorado leyendo un libro?

Pero aun podemos ir más lejos: podemos emocionarnos hasta llorar, aun sabiendo que lo que estamos presenciando no es cierto ni real. Al ver una película o una obra de teatro, todos somos perfectamente conscientes de que las personas que estamos viendo son actores y actrices escenificando situaciones. Pero no importa, podemos llegar a sentir lo que ellos sienten, y podemos sufrir o regocijarnos con ellos aun sabiendo que están actuando.

Esta maravillosa capacidad, que compartimos con otros animales, alcanza su mayor desarrollo en el ser humano. Y ahora, a principios del siglo XXI, estamos comenzando a comprender cómo se desarrolla. La explicación la encontramos en las llamadas NEURONAS ESPEJO. Estas neuronas reflejan dentro de nosotros mismos las emociones que percibimos en los demás, y nos hacen revivirlas. Las neuronas espejo analizan constantemente las manifestaciones emocionales de aquellos que nos rodean, lo que dicen y cómo lo dicen… son ellas las que leen entre líneas e interpretan. Es más, ahora sabemos que las neuronas espejo son capaces incluso de interpretar las intenciones de los demás y anticiparse. “Sabía que ibas a decir eso…”, es una frase que le debemos a las neuronas espejo.

Una vez aclarado que los adolescentes pueden desarrollar sentimientos de todo tipo, al margen de los canales de comunicación que utilicen, tal vez deberíamos hilar más fino y reformular la pregunta inicial:

¿Somos capaces de “crear” sentimientos en nosotros mismos?

Es decir ¿lo que sentimos en un momento dado puede ser artificial? ¿En ocasiones sentimos algo porque hemos querido sentirlo? Por supuesto que somos capaces de crear y desarrollar sentimientos, provocándolo y sin provocarlo, queriendo y sin querer, buscándolo y sin buscarlo… Lo hacemos constantemente. Lo que resulta casi imposible es NO sentir.

Ahora bien: la consistencia y duración de dichos sentimientos dependerá de la cantidad y calidad de los factores que se vean involucrados. Los sentimientos que surgen entre dos personas que se relacionan a través de internet, son tan reales como los que se establecen por carta, por teléfono o por cualquier otro medio que permita que dos personas se comuniquen y se conozcan. Pero, finalmente, su consistencia y duración dependerá de cómo incidan después el resto de los factores que exigen una presencia física.

Lo cierto es que ante la falta de dicha presencia física, será nuestro cerebro el que rellene los huecos de información que falten. Los datos que no tenga serán inmediatamente inventados. La mente creará una imagen de cada persona que se nos crucemos en la red. Esto es un riesgo cuando alguien se crea una imagen engañosa o muy alejada de la realidad. Pero a corto o medio plazo todo habrá de pasar por el tamiz de la vida “offline”, del contacto directo, en el que se pondrá de manifiesto la importancia del lenguaje no verbal, el lenguaje corporal, los gestos, las miradas, los olores, el tono de voz, la risa, y todo el conjunto de factores que dan lugar a eso que comúnmente llamamos “química”. Y esto es así independientemente de que se trate de una relación de amistad o de pareja. En nuestros trabajos constantemente nos relacionamos con personas que sólo conocemos a través del correo electrónico: clientes, proveedores, compañeros de otras oficinas… investigadores, personas con inquietudes similares… etc. Y hasta que no se produce el primer encuentro, hasta que no tenemos a esa persona delante y hablamos y escuchamos, y observamos y analizamos, no descubrimos lo bien que nos cae… o por el contrario: lo mal que nos cae dicha persona. Después del primer encuentro cara a cara, se produce inevitablemente una reorganización de toda la información, las primeras impresiones y muchas cosas más.

Podemos sentir la tentación de afirmar que los sentimientos que se generan o retroalimentan por carta, por teléfono o por internet son de “menos calidad”, “menos duraderos” o “menos naturales”… pero lo cierto es que no hay nada que sustente tales afirmaciones. Simplemente son sentimientos que permanecerán poco o mucho tiempo. Que dichos sentimientos se afiancen no depende de internet, sino de las personas involucradas. Que sean duraderos depende de que sean alimentados o no. Como también sucede fuera de internet.

En definitiva, los sentimientos que desarrollan los menores mientras utilizan internet no dependen de internet. Se producen dentro de ellos mismos y son absolutamente reales desde el momento en el que los están sintiendo. Y el éxito, la calidad y la duración de las relaciones que establezcan tampoco dependerá de la red, del teléfono o del papel. Lo cierto es que dependerá de ellos mismos.

 

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