Existe un debate entre la comunidad científica acerca del uso de conceptos como la “adicción a internet” o la “adicción al móvil”. Pero, sin entrar en el debate, por todos es aceptado el hecho de que existen conductas de uso y abuso, que en su máxima expresión conllevan consecuencias negativas para los niños y adolescentes que las desarrollan.
En el estudio EU-NET-ADB financiado por la Comisión Europea, y desarrollado por la organización PROTEGELES en España junto a distintas universidades y entidades de Alemania, Holanda, Islandia, Grecia, Polonia y Rumanía, se pone de manifiesto que los adolescentes españoles y rumanos de entre 14 y 17 años, se encuentran a la cabeza de Europa en desarrollo de conductas de riesgo que pueden derivar en problemas relacionados con la adicción a Internet. España es el país que aparece con el porcentaje más alto de jóvenes en esta situación, alcanzando el 21,3%.
La Conducta Adictiva a Internet se caracteriza por la pérdida de control sobre el uso de Internet. Dicha conducta conduce potencialmente al aislamiento y al descuido de las relaciones sociales, de las actividades académicas, de las actividades recreativas, de la salud, y de la higiene personal. Los menores que la desarrollan se caracterizan por desarrollar:
- Tolerancia: el menor siente la necesidad de aumentar el tiempo que pasa utilizando la tecnología para llegar a sentirse satisfecho. El bienestar que genera su uso va disminuyendo progresivamente, razón por la que buscará alcanzarlo dedicándole más tiempo.
- Abstinencia: experimenta una sensación desagradable cuando no puede usar la tecnología. Tenderá a utilizarla de forma compulsiva.
- Dependencia: decimos que un menor está desarrollando una dependencia cuando necesita aumentar progresivamente el tiempo de uso de la tecnología (tolerancia) y además, se siente mal si no puede hacerlo (abstinencia).
En un principio, cuando el adolescente se conecta a Internet recibe una respuesta satisfactoria debido a que encuentra lo que estaba buscando: divertirse, entretenerse, informarse, comunicarse… En el momento en que empieza a abusar de esta conexión y se siente mal si no está conectado, es cuando comienzan a apreciarse las repercusiones claramente negativas en la vida social, familiar y escolar de ese adolescente.
Pero ¿cómo identificamos el problema? ¿cuándo debemos preocuparnos?
Si nos preocupa la relación que nuestro hijo pueda llegar a tener con el móvil o con la tablet, debemos tener en cuenta las señales que van a ir apareciendo a lo largo del proceso en el que se llega a una adicción:
– Cada vez necesita estar conectado durante más tiempo para sentirse satisfecho.
– Se siente deprimido, nervioso o enfadado y sólo se le pasa cuando puede usar el móvil.
– Pasa mucho tiempo pensando en cuándo se podrá conectar de nuevo.
– No consigue controlar el tiempo o la frecuencia que pasa conectado.
– Ha dejado de lado actividades u obligaciones por estar con el móvil.
– Prefiere las ciber-relaciones a las relaciones personales.
– Miente en relación al tiempo y la frecuencia con la que se conecta.
Si nuestro hijo/a presenta la mayor parte de estos síntomas, el principal obstáculo con el que nos vamos a encontrar es la negación del problema por su parte. Es posible que busque excusas para minimizar su problema, sobre todo amparándose en la finalidad de su conexión: “lo necesito para hacer deberes”, “es el medio para quedar con mis amigos”, “lo uso para entretenerme cuando no tengo nada que hacer”, etc.
Es importante recalcar que la mayoría de los jóvenes pueden pasar por un proceso de abuso/uso inadecuado de las TIC en circunstancias personales específicas, como la etapa de desarrollo en la que están, el boom social (aplicaciones de moda, publicidad), su estado emocional (tristeza ante el aburrimiento y/o problemas personales circunstanciales)…, y no por esto debemos considerar que tengan un problema de adicción a Internet. Lo más probable es que ellos mismos autocorrijan ese comportamiento con el paso del tiempo. Sin embargo, y a pesar de todo, debemos realizar un seguimiento y transmitirles la información necesaria para evitar riesgos mayores. Si aún así, el problema persiste, es cuando debemos consultar con un especialista.
Y ¿qué hago si aparece el problema?
Si el menor está manteniendo un uso inadecuado y/o abusivo del móvil durante un largo período de tiempo, se puede decir que ya ha instaurado este hábito, y como tal tiene que desaprenderlo. No se trata de prohibirle el móvil o la tablet, sino de que aprenda a usar estas herramientas de forma controlada y segura, sustituyendo los hábitos inadecuados por otros más positivos.
Como padres y madres, es fundamental establecer normas y límites claros para que nuestros hijos utilicen móviles y tablets de forma adecuada, no dedicándoles todo su tiempo libre y sin dejar de hacer otras actividades o sus obligaciones. Es necesario fomentar diferentes opciones de ocio e intentar que se impliquen en ellas. Y no queda más remedio que recordar que somos un ejemplo a seguir por nuestros hijos, por lo que es importante ser coherentes con nuestro comportamiento. Es difícil instaurar hábitos saludables de uso si nosotros somos los que pasamos las comidas o las cenas contestando los whatsapps de los amigos…
Es recomendable ponerse en manos de un especialista, pero la técnica que utilizaremos va a consistir en romper los hábitos de conexión del menor. Siguiendo recomendaciones del Dr. Kimberly Young, Director del Center for Internet Addiction Recovery, debemos:
- Practicar lo contrario en el tiempo de uso de la herramienta. Por ejemplo: si se conectaba nada más llegar del colegio, haremos que meriende primero. Se trata de posponer y adaptarse a un nuevo horario.
- Establecer interruptores externos. Utilizar señales que le indiquen que debe desconectar (relojes, alarmas..).
- Fijar metas. Plantearle pequeños retos realistas para que vaya recuperando el control sobre el tiempo de uso.
- Abstinencia de una aplicación particular. Debe abandonar la aplicación que más problemas genere al adolescente.
- Usar tarjetas recordatorias. Pedirle que haga una lista de los 5 principales problemas causados por la adicción al móvil y otra con los principales beneficios de no estar conectado o abstenerse de una aplicación.
- Desarrollar un inventario personal. Que apunte las cosas que ha dejado de hacer para usar Internet y clasificarlas en: “muy importante”, “importante”, “no muy importante”. Debe examinar las primeras para hacerle consciente de lo que ha perdido o le gustaría recuperar.
- Educar en el uso de Internet como fuente de información y formación.
- Informarse sobre las herramientas y recursos de prevención. Por ejemplo, uso de programas de control parental, filtros de contenido para limitar el tiempo de conexión y el acceso a contenidos dañinos..
- Hablar de los móviles con el adolescente. Contrastar las ventajas e inconvenientes de su uso, sin hacer valoraciones personales.
- Entender el abuso del móvil como una forma de reaccionar al malestar psicológico. Preguntarse por qué el adolescente centra su vida de ocio y de relación en su móvil o tablet.
- Terapia familiar. Si se ha visto deteriorada también la relación familiar. De esta forma, se educa a la familia en dicha adicción, disminuyendo la culpa del adolescente por su comportamiento, se promueve la comunicación de los problemas de origen y se anima a la colaboración y recuperación del menor.
Información del libro: “Cariño, he conectado a los niños”.