“Si tienes un smartphone no tienes libertad”…

En un principio pudiera parecer que estas palabras han sido pronunciadas por algún tecnófobo, que considera que las nuevas tecnologías nos están convirtiendo en esclavos y están terminando con nuestra privacidad. Pero no es así. Son palabras del anterior Presidente de Telefónica, y nada menos que en una junta de accionistas.

Como Presidente, César Alierta afirmó que prefería tener un móvil que sea “una carraca”, a tener un smartphone y “perder la libertad”, añadiendo que quien dispone de uno de estos aparatos ha puesto su información en manos de empresas que: “No invierten un euro y conocen la vida de todas las personas y las administraciones públicas”, refiriéndose directamente a entidades como Google, Apple y Facebook.

La verdad es que sus palabras han llamado la atención al haber sido pronunciadas por alguien con su cargo, pero nadie ha criticado el contenido de las mismas. Y lo cierto es que personalmente considero muy satisfactorio que alguien, que dirigía en ese momento una empresa de telecomunicaciones, resaltara la falta de privacidad y libertad que puede derivarse de la cesión de tantos datos de nuestra vida a empresas de todo el mundo. Sus palabras son una llamada de atención para navegantes (aunque no voy a entrar a valorar el contexto y objetivo con el que fueron pronunciadas).

No obstante, creo que no debemos quedarnos aquí. Son palabras muy categóricas, pero no afrontan realmente la cuestión. Debemos ir más lejos. Muchos padres y madres, y algunos usuarios, pudieran deducir de estas palabras que cuanto más antiguo sea el terminal que utilizas más libertad tienes, y que quien tiene un teléfono inteligente de última generación realmente tiene comprometida su libertad… Y lo cierto es que esto no es exactamente así.

Recuerdo perfectamente a los adolescentes con los que trabajo cuando señalan que sus móviles los hacen “más libres”. Recuerdo en concreto a uno de ellos, que afirmaba que antes de tener móvil pasaba muchas más horas en casa pegado al ordenador para chatear con sus amigos. Ahora que lleva la conexión en el bolsillo, y sabe que puede estar en contacto con los demás desde cualquier sitio y en cualquier momento, sale mucho más que antes. Para los adolescentes, como he explicado ya en diversos artículos, esto es lo más importante durante la etapa que están viviendo. Algunas personas dicen que por culpa del smartphone ahora están “disponibles”, localizables y trabajando durante la mayor parte del día… pero también conozco otras personas que afirman sin dudar que gracias al smartphone pueden irse de vacaciones. Gracias a los miniordenadores que llevan en el bolsillo pueden resolver asuntos, si surgen, que antes hubieran requerido de su presencia física o les hubieran impedido directamente salir de la ciudad. La experiencia de cada cual será distinta en este sentido. Para algunos el móvil ha sido una liberación y para otros supone una esclavitud. Tampoco voy a valorarlo ahora.

Lo que me interesa señalar es que nuestra libertad, y la de los niños y adolescentes, depende del papel que nosotros adoptemos, depende de nuestro sentido crítico, de la información que tengamos sobre cómo funcionan muchas empresas y de la formación que nos estén dando al respecto. Cuando alguien utiliza un smartphone puede decidir para qué lo utiliza. Debe plantearse qué aplicaciones se va a descargar, si está aceptando condiciones que permiten geolocalizarle en cada momento, por ejemplo, o si está utilizando una red social que ya le ha advertido que va a compartir sus datos con otras empresas (sin ni tan siquiera decirle con qué empresas). En mi opinión la libertad la obtenemos si tenemos información. Estoy de acuerdo con Cesar Alierta si nos referimos a personas que utilizan los smartphones y sus aplicaciones sin conocimiento previo. Pero creo que es la falta de información la que les resta libertad.

Es decir: creo que si enseñamos a los más jóvenes (y a los adultos) a manejar esta tecnología con conocimiento de causa, su libertad no se verá tan mermada como pudiera parecer. Cuando sabes qué cosas no debes mandar por WhatsApp, qué puede pasar con la información que envías por SnapChat, o qué puede hacer Facebook con las fotos que subes a su red social, actúas de otra manera. Cuando sabes qué aplicaciones no debes descargarte, o qué sucederá si lo haces, cambia tu forma de utilizar esta tecnología. Cuando sabes cómo configurar la privacidad de los distintos servicios, y qué datos pueden ser utilizados y para qué, tu sentido crítico se multiplica exponencialmente. Y si no cuidas entonces tu información y privacidad será una decisión tomada con la libertad que te otorga el poder elegir. Es la información y el conocimiento la que nos da esa libertad.

Si educamos a los más jóvenes en el uso de las nuevas tecnologías, y les damos la información que deberían tener, estaremos formando a niños y adolescentes mucho más críticos, y mucho más libres. Pero en efecto, si ponemos en sus manos el mundo de los smartphones y las aplicaciones móviles, las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea, sin formarles previamente, estaremos dando a lugar a personas mucho menos libres, con su privacidad totalmente comprometida, manejables y sin capacidad crítica. Y esto es algo que sí está en nuestras manos.

2 comments

  1. Muy buen post, es la información la que nos hace libres no los aparatos tecnológicos, y tenemos el deber y el compromiso de formar a nuestros hijos para que hagan un uso correcto de los mismos.

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